sábado, 7 de julio de 2012

4 de julio

A frialdad de repaso, estuve toda la semana anterior al día de tu cumple pensando en no saludarte.
Pero por arte de magia, mientras me bañaba, la lluvia entibio mi orgullo y redacte un mensaje.
Feliz cumple, buenas vibras y fuerza en tus proyectos.
Mientras miraba sin ver a Totoral desde el asiento de atrás, en el auto, recibí tus gracias y tus esperos que estés bien en tus cosas, seguido de caritas sonrientes. Sonreí.
Por segundo arte de magia me encontré con tus papás cenando en el mismo restaurante esa noche.
Le dije a tu viejo que los extraño mirándolo a los ojos, y el me respondió : nosotros también. Muy lindo todo, le pregunte por vos.
"¿Tomi? Se quedó solo en casa."
Silencio.
Silencio que tape continuando la conversación. La pizza no llegaba a digerirse, y otra cosa no podía pensar.
¿Que mierda hacías, mas solo que un hongo en tu casa, el día de tu puto cumpleaños?
Che yo ya vengo, lo voy a visitar un rato a Tomi. ¿Estas loca? Hace -1 grado y no tenes ni campera. No me importa. Bueno, te llevo, espera que termine de comer. No; voy ahora, queda cerca su casa, cruzando el río son 3 cuadras más-Insistí-. Quería correr para ir a abrazarte.
Mientras me llevaba mi viejo la mente se nubló, y apenas llamé al portero me imaginé mi único objetivo, abrazarte e irme, cual ladrón tiene a su cómplice en la moto esperándolo para rajar después de choriar lo mas rápido que pueda.
Hola, ¿Quien es?. Agu. ¿Cómo?. A-gu. No conozco ningún ¿Adu?. Agustina.
Se abrió el porton eléctrico y caminaste con ritmo de zombie a la entrada, donde estaba yo.
Capaz que si tenias un milimetro de vida en la sangre me animaba a cumplir mi objetivo, abrazarte e irme, pero de pedo me saludaste en la mejilla.
¿Quien sos? ¿Quien te crees que sos? Me invitaste a pasar, y por suerte estaba tu hermano, que le puso onda, y entre el y yo rompimos la esquinita del hielo. Entrar a tu casa ya no era lo mismo. Sentí que molestaba. Y la verdad que hasta ahora siento eso de aquel primer momento.
Estabas vestido de gris, tenias los ojos grises y la voz gris. Hablamos sin hablar, conversamos sin conversar. Tomamos un té. Me quería ir, lo llame a mi viejo.
Nos despedimos con otro beso en la mejilla que no llego ni a rosar ni un átomo de nuestras pieles. Mi ultima imagen es mirar a tu perro y decirle Chau varon! y verte desenfocado levantando la mano con lentitud mecánica.
Llegue a mi casa y me quede frente al calefactor, antes de irme a dormir. Después de mirar cinco minutos seguidos la hélice del motorcito termine mí noche escribiendo la sabia conclusión que se me había iluminado después de tanto tiempo. Escribí: Extraño al que creí que eras.
Se murió desde que se murió Diego, alias Toto. Me declaro homicida no culposa, lo mate sin querer. Lo maté pero después de que se mató el. Yo termine de ayudarlo para que no agonizara ni el ni yo al verlo así. Murió desde el día en que se mató y lo maté, valga la redundancia. Ese día fui a saludar por su cumpleaños a Tomás Albiniana, el verdadero y único Tomás que siempre existió. La verdad que al pedo, porque no lo conozco mucho.


No voy a terminar esto sin confesar que mientras estaba en su casa, justo entre que llegué y tomamos el té, empezamos a hablar de muchos temas y me contó que el año que viene quiere ir o a Francia o a Alemania de intercambio. Me preguntó como iva mis planes -mi viejo sueño- de estudiar en Mexico, y le dije que al final no, al final me gusta Córdoba y me quiero quedar. Le conté entonces una parte de lo que estaba haciendo este año. Lo mire a los ojos y le dije sonriendo "estoy yendo a un taller de litaratura". Creo que me dijo que bueno, ¿ya escribiste algo?. Miré al tele -estaba el partido de Boca jugando por la libertadores- y dije si, un poco. Cuando volví a verlo pude ver después de tanto tiempo una sonrisa familiar. Lo reconocí, era Toto, que se metió en Tomás unos cinco segundos. Me sonrió con el cuerpo entero, con los ojos encendidos. Fueron cinco segundos. Cinco segundos y se fue.    

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