Tomás.
No voy a pensar más en la hora de la música.
Efímero sonido equilibrado... ¡Qué le digo, es mi aire! ¿Sos vos, vos el culpable de arrebatarme mi sentido más puro? ¡La sangre de mis venas! ¡Qué fue la música sino el relleno de mis entrañas vacías, entonces!
¿Y mi Dios? Mi motor, mi máquina, mi flor artificial. ¡Que estoy diciendo, a mi cuna! Razón y vida, la que entregaba. Ella, aquella.
Cuando escucho lo que suene más cercano todo me recuerda a algo, me hace pensar en alguien, en nada, pasado, presente, algún futuro. Pero no hay manera, no hay forma de que piense en vos.
No, si escucho hardcore no me acuerdo de vos, tampoco el maldito pop, o electro, o puta cumbia, quizá regge, reggeton, o rock clásico, flamenco, griego, country, blues, jazz, punk; ninguna. Ningún sonido. Tomás, ninguna.
¡Ninguna letra con palabras estrofas rimas bonitas me remonta a vos! ¡Ningún ritmo, ningún acorde! ¿Declararte que hasta tuve miedo de escucharlos y resignarme?
Llegué a mi propia conclusión: vos sos música. Una nueva. Silencio, puedo oirla...
Una que mis oídos pueden escuchar, que solo yo puedo sentir, que no cabe en instrumentos (o en todos). No, es la mejor que eh escuchado. Suena siempre, porque siempre estas. Acá, allá. ¿Confesarte que te deseo acá, ya? Tus Re menores, mayores. Tus contra altos, tus vibratos, tus roces, la clave del sol que me guía. El La que me afina y resuena en mis huesos.
La más suave y delicada armonía. El volumen de mis tensiones.
No, no puedo compararla con la mediocridad de los ignorantes que lucran sus venas humanas.
Sos música, sos ...